La lectura es la base de todo el aprendizaje que hacen los niños y niñas en el colegio. Para estudiar, primero debes leer el texto que tienes delante, captar su significado y memorizarlo. Cuando la lectura no es fluida produce problemas de comprensión lectora que acaba afectando, en mayor o menor medida, en el aprendizaje académico. Por lo tanto ¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestro hijo a aprender a leer?
Leemos con los ojos
Está claro que para leer necesitamos primero VER. La ruta visual toma un papel fundamental. Las células sensoriales ubicadas en el fondo del ojo son las que van a captar el estímulo visual (letra) y mediante el nervio óptico llevarlo hasta la corteza occipital (encargada del procesamiento visual). Por lo tanto, poder estimular esta vía con otros estímulos que no sean las letras es fundamental si queremos “asfaltar” esta carretera. Podemos trabajar esta diferenciación con actividades que favorezcan que los niños usen su vía visual: un ejemplo es pedir que agrupe los objetos por figuras geométricas o por colores.
Una vez esto se haga con soltura podemos utilizar números. Los números son de mayor complejidad porque, al igual que las letras, son un símbolo que contiene una información (en este caso cantidades). Podemos pedirles, por ejemplo, que los ordene de menor a mayor.
Entendemos con los oídos
Aunque la lectura se hace con los ojos ¿Cómo conseguimos entender lo que leemos? Para entender necesitamos ESCUCHAR. Aquí es cuando entra la ruta auditiva. Nosotros sabemos que la palabra “perro” hace referencia a un animal porque previamente hemos escuchado muchas veces esa palabra en el lenguaje hablado. De tal manera que cuando aprendemos a leer podemos acceder a un espacio de nuestro cerebro donde se “almacenan” todas las palabras. Por eso para leer bien primero tenemos que escuchar bien. Y no es lo mismo oír que escuchar.
En ocasiones nos encontramos con niños y niñas que cometen muchos errores leyendo y escribiendo y es porque no han hecho una buena discriminación de los sonidos o porque tienen un pobre procesamiento auditivo. Esto lo podemos ver en niños y niñas que preguntan mucho “¿qué?”, o que los dictados les cuesta más de lo normal. Podemos estimular la vía auditiva escuchando música o jugando a hacer ritmos en casa.
Activación simultánea del cerebro
Es por esto que la lectura es un habilidad tan especial porque pone en marcha distintos mecanismos del cerebro, que además, deben sincronizarse a la vez. Estimular la vía sensorial visual y la vía auditiva de manera simultánea ya activa procesos de sincronización y procesamiento de la información que llega a nuestro cerebro. Para simular estos procesos y poder trabajarlos de manera previa os proponemos algunas actividades:
- Unir el sonido con el animal. Se necesitan tarjetas de animales. Se colocarán delante del niño o niña de tal manera que pueda verlas claramente. Seguidamente, el niño escuchará los sonidos de dichos animales y deberá señalar con el dedo la tarjeta que corresponda con el sonido.
- Saltar hasta el instrumento. Hacer carteles con instrumentos (pintados o impresos) y colocarlos en el suelo boca arriba en fila. Después se debe emitir o poner el sonido de ese instrumento y el niño o niña deberá saltar con los pies juntos hasta llegar a la tarjeta del instrumento correspondiente y quedarse encima de ella.
- Dar palmas por sílabas. En esta actividad vamos a pedir al niño/a que intente adivinar cuántas sílabas tiene una palabra escuchada. El adulto se colocará justo detrás y le dirá a la altura del cuello la palabra. El niño/a, entonces, en vez de decir el número de sílabas deberá dar tantas palmadas como sílabas tiene la palabra. Por ejemplo: can-tim-plo-ra y deberá seguidamente dar 4 palmadas.
- Sigue el ritmo. El adulto debe producir un ritmo mediante chasquidos con la lengua. El niño/a deberá contar el número de chasquidos que tenía el ritmo y, seguidamente, elegir entre unas tarjetas que contienen los números del 1 al 10 cuál es el resultado.
- Mover los ojos. Colocar en la pared a la altura del niño/a dibujos con objetos familiares (casa, pelota, cuchara, vaso, libro…). Pedirle que mire fijamente aquel dibujo que se le nombre y no debe quitar la mirada hasta que se diga el nombre de otro objeto al que debe mirar. A continuación, el adulto irá emitiendo los nombres de tal manera que el niño o niña siga una serie de movimientos con los ojos que le exijan cambios más bruscos o más lentos (al igual que hacemos cuando leemos).
Poder hacer este tipo de tareas nos ayudan a estimular la integración de la ruta visual, auditiva y motriz, crucial para la lectura. Además, nos sirve para identificar si un niño o niña necesita refuerzo en algún nivel.
Y sobre todo…¡comenzar a aprender a leer de manera dinámica y divertida en familia!
Artículo elaborado por Belén de Toro Mingo, neuropsicóloga infantojuvenil
Tomado de serpadrees.com
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