Las palabras están dotadas de un poder mágico: el de representar lo que vemos y, además, expresar lo que sentimos. El lenguaje forma constelaciones de palabras que estimulan la inteligencia, esencialmente lingüística, de las personas.
Los bebés pueden aprender a hablar en un tiempo récord comparado con lo que supuso el origen y la evolución del lenguaje para la humanidad durante cientos de miles de años. Su ADN, su cerebro y su aparato auditivo y fonador están ya evolutivamente preparados para ello, pero la estimulación y la comunicación con la madre será imprescindible para su desarrollo y adquisición, perfeccionándose poco a poco con el habla. Los bebés necesitan alimentación, cariño y estímulos cognitivos, los tres fundamentos del apego seguro que le harán confiar en sus progenitores y en sí mismos, y que ampliarán el desarrollo neurológico de su cerebro.
La clave para estimular el habla es, lógicamente, hablarle mucho a nuestros bebés, antes y después de nacer aunque, lógicamente, no nos comprendan aún.
Según experimentos que lo demuestran, los bebés de madres que les hablaban mucho a sus hijos conocían a los 20 meses más de 130 palabras por encima de aquellos bebés de madres que les hablaban poco. A los 24 meses la diferencia llegaba a ser cercana a 300 palabras más. Otros experimentos confirman que los niños de padres “habladores” que no se limitan a decirle monosílabos a sus hijos, sino que dan explicaciones, plantean preguntas y describen las cosas, alcanzan mayores índices en los test de inteligencia.
El día que nuestro bebé nos dice “mamá” o “papá”, haciendo uso de dos fonemas labiales sencillos, la alegría de los padres no tiene parangón. Aunque no todos los niños dominan el habla al mismo tiempo, porque cada bebé tiene su propio ritmo, algunos lo hacen muy prematuramente, lo habitual es que lo consigan a la edad de 3 o 4 años, pero no lo perfeccionen hasta los 6, aunque insistimos en que cada niño tiene su propio ritmo que hay que respetar.
La estrategia más exitosa para fomentar el habla y la lectura es “sembrar palabras con amor” en el seno de la familia. Ahora nos centraremos en la parte oral de ese proceso.
Doce consejos para estimular el habla en los bebés
1. Crearse hábitos tranquilos y relajados durante el embarazo de la madre (música, lectura, paseos…) y hablarle al feto. El tono de la voz maternal lo calma y será un vínculo afectivo de apego muy importante, un “tono musical” conocido y confiable que más tarde imitará el pequeño, sin ser consciente, a modo de un acento melódico similar al de ella.
2. Abrazar, acariciar y hablarle mucho al recién nacido desde el primer día, acompañando las palabras con gestos de ternura, sonrisas y miradas expresivas. Porque esos mensajes van cargados de estímulos afectivos y verbales, y desarrollan en su cerebro las conexiones neuronales o sinapsis mediante el proceso de mielinización.
3. Crearle rutinas y hábitos de tranquilidad emocional alternados con otros de estimulación sensorial básica (mover ante su rostro objetos de colores presentados de uno en uno, repetir los balbuceos que él hace, favorecer la audición de sonajeros, realizar gestos faciales amables y carantoñas, mirarle a los ojos mientras se le habla, darle masajes, hacerle cosquillas y pequeños movimientos de manos y pies, susurrarle palabras al oído y poner sus dedos en nuestros labios, llamarlo por su nombre, etc.).
4. Combinar las palabras con un sencillo código de gestos con las manos o señales para el bebé. Técnica que se basa en el hecho de que los pequeños comprenden muchos elementos de su entorno antes de poder pronunciar su nombre. Si la palabra clave se pronuncia y se acompaña de un gesto repetido se refuerza la comunicación: Por ejemplo: “tomar el biberón”, mover la mano con el índice hacia arriba hacia la boca; “dormir”, manos unidas por las palmas bajo la cara en horizontal, “más” o “se acabó”…
5. Cantar canciones breves y nanas para dormir.
6. Ser narradores cotidianos de lo que sucede alrededor del bebé. Contar todo lo que hace, señalar las cosas que mira el niño, decir el nombre de los objetos que ve. Narrar y explicar con frases cortas que, poco a poco, irá ampliando la madre o el padre, comparar cosas y darle instrucciones sencillas. Porque las palabras se aprenden dentro de un contexto y se comprenden antes de saber pronunciarlas.
7. Favorecer el desarrollo psicomotriz, del aparato fonológico y bucodental que el niño va ejercitando con balbuceos, llantos, sonrisas, respiraciones y succiones, masticando, jugando con la lengua, etc.
8. Recitarle poesías y narrarle cuentos breves como un proceso natural y emotivo que se puede iniciar a partir de un año.
9. Poner a su alcance libros infantiles para bebés con ilustraciones coloristas y sencillas para mostrarle y decirle su nombre, o imitar el sonido que emiten animales, vehículos o instrumentos que ve dibujados.
10. Tener paciencia cuando el niño comience a hablar porque cada uno tiene su ritmo, sin infantilizar el lenguaje ni criticarlo, reforzar sus avances repitiendo con claridad la palabra correcta.
11. Aumentar su vocabulario cada día estimulando su curiosidad para saber y poner nombre a las cosas y jugar con palabras, retahílas y trabalenguas.
12. Poner libros al alcance de los niños y crear una rutina lectora antes de dormir que incremente su deseo de leer antes de saber hacerlo.
Artículo ofrecido por Pedro Molino, tutor y gestor de contenidos de la Universidad de Padres online promovida por José Antonio Marina.
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